Descripción
En lo profundo del bosque, donde la luz del sol se filtra en haces dorados y el aire huele a tierra húmeda y savia fresca, existe un rincón secreto: el Paraíso de las Ranas.
Alrededor de una charca cristalina, la vida florece en un festival de colores y sonidos. Las plantas crecen sin miedo, libres y diversas, con hojas grandes como abanicos y flores diminutas que brillan como joyas. Hay helechos que se enroscan como espirales verdes, tallos altos que se mecen con el viento, y pequeñas plantas flotantes que forman alfombras sobre el agua.
Las ranas viven aquí como reinas en su pequeño edén. Algunas se estiran sobre las hojas anchas, tomando el sol con los ojos entrecerrados y la panza tibia. Otras charlan en grupo, con un coro de croares suaves y risas burbujeantes que rebotan entre las ramas. Hay quienes saltan de piedra en piedra como si jugaran, y otras que descansan en pareja, compartiendo el silencio, observando cómo los rayos del sol dibujan destellos sobre la superficie del agua.
Cada rana parece tener su lugar y su propósito. Algunas vigilan desde los troncos, otras cazan pequeños insectos con precisión elegante. Incluso hay quien canta sola, como si tejiera melodías invisibles para acompañar la tarde.
Es un mundo pequeño, sí, pero completo. Un paraíso donde todo está en equilibrio: el color, el sonido, la calma y la alegría. Allí, las ranas no tienen prisa. Viven su presente entre hojas brillantes y charcos profundos, sabiendo que, mientras la charca siga viva, también lo estará su felicidad.




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